A favor.
La secuencia más apocalíptica que nos ha brindado el cine moderno, esa de las grandes corporaciones estallando a vista de rascacielos, demuestra que David Fincher, aunque sólo tenga dos películas filmadas después del 11 de Septiembre, podría haber estrenado cualquiera de ellas en esas fechas. Autor visionario, casi revolucionario, y por ello ineludiblemente pesimista, conoce como nadie la médula de el individuo moderno, siempre aquejado de soledad. Quizá como consecuencia de la búsqueda de lo real en un mundo gobernado por la impostura. No olvidemos que aparte de encerrar a Jodie Foster y su hija en una mansión contra sus propios fantasmas o de jugar con Michael Douglas a un silencio paranoico, Fincher nos ha enseñado que en nuestras ciudades siempre existirá el mal, porque nunca dejará de llover.
En Contra.
Adaptar a Chuck Palahnniuk es tan complejo como buscarle rostro a Sean Bateman. Pero sólo a David Fincher se le podía haber ocurrido trasladar una novela capital del underground americano al cine desde el Star system de Hollywood. Su adaptación es refinada, precisa incluso, pero llena de fuegos artificiales que probablemente quieran disimular el problema de fondo: su cine casi siempre gravita sobre el vacío, y por eso tiene que tirar de trucos y sorpresas para dejarnos con la boca abierta.
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¿Y si esta vez te quedaras? 